Montevideo, a 300 años del proceso fundacional

Marzo 2024 - Marzo 2025

La historiografía uruguaya ha fijado el año 1724 como el del inicio del proceso fundacional de Montevideo. Pero ¿qué  comenzaba a fundarse entonces?. Ese año, en el contexto de la lucha de los imperios ibéricos en el Río de la Plata, un pequeño regimiento militar, comandado por el gobernador de Buenos Aires Bruno Mauricio de Zabala, se instaló en esta disputada geografía. Fue esta la última y más dilatada ocupación española en el largo proceso de conquista y dominación del territorio y de las poblaciones nativas.

La presente exposición, plantea múltiples interrogantes en torno a la colonia y sus implicancias; la curaduría pone asimismo el foco en el espacio público y en los usos que la comunidad ha hecho del mismo, conformando un paisaje cultural que se ha ido modificando a lo largo de estos 300 años. El despliegue de las piezas del acervo, nos permite encontrar historias atravesadas por múltiples complejidades y asimetrías, que sucedieron a lo largo de nuestra historia y que nos conectan con la contemporaneidad.

Desde aquellas seis familias que llegaron desde Buenos Aires en 1724 y la primera centena de colonos canarios -en su mayoría jóvenes labriegos y artesanos- que se lanzaron a poblar una tierra inhóspita en 1726, hasta los inmigrantes que arribaron a una Montevideo en continuo crecimiento a fines del siglo XIX y principios del XX. Se incluye en esta narrativa, a una población nativa preexistente y resistente a la colonia que habitaba “..un espacio de fronteras, en el sentido de zonas geográficas de interacción entre dos o más culturas”1 y se resignifican legados culturales que históricamente han sido valorados en forma asimétrica.

Si entendemos a los museos como espacios que contribuyen al desarrollo del pensamiento crítico y a la construcción de la memoria colectiva, visibilizar la multiculturalidad, se torna una tarea imprescindible. Hoy la superabundancia de acontecimientos cambia la manera en que percibimos el mundo. Ante este cambio de paradigmas, que esta conmemoración sea también una oportunidad para reflexionar colectivamente acerca de qué ciudad queremos habitar.

Desde el paisaje sin límites a la ciudad novísima

“La fiesta de los sentidos no solo se nutría de olores. Las fuentes de sonido eran escasas y casi todas naturales, el agua el vieto y las tormentas; sólo los carros y carretas con sus golpes sobre alguna calle empedrada escapaban a esta regla. Pero en realidad lo que volvía fino y alerta al oído era su experiencia del silencio. En otras palabras, el hombre no había logrado desplazar al paisaje natural en la ciudad más grande del país: piaras de cerdos, perros salvajes, tal vez rabiosos, vivos o putrefactos, perdices, orines y excrementos, pantanos, flores silvestres, cardos y prolongados silencios, eran el variado nutriente cotidiano de los sentidos del montevideano.“2

El paisaje de Montevideo ha cambiado drásticamente en sus tres siglos de historia. Paulatinamente, transitó desde el citado período fundacional, iniciado en 1724, hacia el trazado de una Ciudad Nueva, tras la demolición de las murallas coloniales en 1829. Esta primera expansión de Montevideo, fue acompañada por la aparición de villas y pueblos que, en el correr del siglo XIX, se integraron a la ciudad como barrios con características e identidades muy diversas.

Los cambios políticos, ocurridos en el territorio oriental -especialmente en Montevideo- durante  la primera mitad del siglo XIX, no modificaron las bases socioeconómicas; las asimetrías originadas durante el período colonial se extendieron más allá de 1830. La primera generación del patriciado oriental se conformó por sacerdotes, abogados y hombres de armas.  El poder se asoció, además de al saber, a las fortunas generadas por la producción pecuaria y el comercio, incluido el tráfico de esclavos.

Al finalizar la Guerra Grande, en 1851, se produce una rápida ocupación de la Ciudad Nueva; un crecimiento que hacia fines del S XIX estaba limitado solamente por la oferta y la demanda. Con el objetivo de ordenar esta nueva expansión, en 1878 se aprobó el trazado del Boulevard General Artigas que definiría a la "Ciudad Novísima". Una expansión de Montevideo en la cual las clases acomodadas ostentaron su estatus encargando la construcción de edificios suntuosos y mansiones de estilo ecléctico. El  espíritu de la belle époque, dejaría una generosa impronta en Montevideo. Entre 1890 y 1910, con el ánimo de embellecer la ciudad, se promovieron distintas obras públicas y se crearon los grandes parques montevideanos, diseñados por los paisajistas franceses Charles Thays, Charles Racine y Édouard André.

Montevideo, la ciudad que borra sus huellas

"Las ciudades como los sueños, están construidas de deseos y miedos, aunque el hilo de su discurso sea secreto y sus reglas absurdas, sus perspectivas engañosas, y toda cosa esconda otra". Italo Calvino, Las ciudades invisibles.

El museo no es un espacio neutro, las distintas narrativas plantean tensiones y nuevas preguntas. El análisis del acervo, propicia relecturas y visibiliza conflictos, potenciando así su capacidad poética y simbólica.

Montevideo, a 300 años del proceso fundacional, invita a recorrer las obras expuestas escudriñando lo que se muestra y los casilleros vacíos; descubriendo lo que pervive en el tejido urbano de la ciudad y lo que ya no está. Desde las obras de los “dibujantes y acuarelistas viajeros”, que imprimieron visiones casi etnológicas de nuestro territorio y sus habitantes a mediados del siglo XIX, hasta las instantáneas de Jesús Cubela, quien registra, a principios del siglo XX, un paisaje cultural con intensos contrastes sociales y otra forma de habitar la ciudad.

Entre los primeros, se destaca la obra de Conrad Martens, quien se integró a la expedición del Beagle en 1832 y nos legó una serie de acuarelas de Montevideo, sus habitantes, costumbres y uso del espacio público. Adolphe D´Hastrel, en tanto, realizó hacia 1845, cuantiosas vistas de Montevideo, el puerto y la Aguada. Su serie Azoteas, muestra a estas como ámbitos de encuentro y reunión; impresiones de una arquitectura identitaria que fue dasapareciendo de nuestra ciudad a lo largo del siglo XIX.

Los procesos inmigratorios de las últimas décadas del siglo XIX y principios del siglo XX dejaron su impronta tanto en el ámbito social y cultural como en la trama de la ciudad. Maestros de obra y orfebres italianos y españoles, materializaron buena parte del eclecticismo historicista que fue sello identitario de Montevideo. Las casas de patio con claraboya conformaron otro tipo de construcción característico del período; la acuarela Azotea Sarandí entre Ituzaingó y Treinta y Tres, de Pierre Fossey, ilustra un modelo de vivienda, que en Montevideo se encuentra hoy en peligro de extinción.

La obra de Marcos Fainsten, Interior del conventillo de la calle Durazno (1950), descubre más que un tipo de unidad habitacional, un fuerte tejido social y cultural afrodescendiente que trasciende al candombe como expresión de una comunidad. El desalojo de más de 300 familias que alquilaban viviendas en los barrios Ansina y Reus al Sur, en 1978 y 1979, se ejecutó con la excusa de elevar el nivel inmobiliario y social de la franja costera. En plena dictadura cívico-militar, se desarticuló primero el conventillo Gaboto y, posteriormente, el Mediomundo, el Ansina y el Porcille.

El puerto se representa reiteradamente como parte del paisaje y la memoria; pues ha acompañado buena parte de la historia de la ciudad, generando un fuerte sentido de pertenencia. Hasta la implementación de la Ley de Puertos, en 1992, el vínculo entre el puerto y la ciudad fue muy estrecho, conformando, además, un espacio público y lugar de paseo familiar los fines de semana.

La ciudad espejo y reflejo de la vida de sus habitantes; el paisaje urbano como factor identitario de la ciudad, testigo histórico de las relaciones humanas. El desarrollo no debiera implicar en Montevideo, la inexorable desaparición de las capas o sustratos que conectan nuestra historia con la contemporaneidad.

Lic. Rosana Carrete
Directora
Museo Histórico Cabildo

Artistas invitados: Paola Monzillo, Martín Vergés

Agradecimientos especiales: Equipo MuHAr, Departamento de Fotografía del Parlamento del Uruguay, Centro de Fotografía de la IM.

1. Bracco Diego, Cautivas entre indígenas y gauchos, 2016 EBO

2. José Pedro Barrán, Historia de la sensibilidad en el Uruguay. La cultura “bárbara y el disciplinamiento”, Montevideo Ediciones de la Banda Oriental, Vigésimosexta edición, 2019.

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