Acuarelistas Franceses del S XIX / Artista invitado: Oscar Larroca

Junio - Noviembre 2019

El Río de la Plata fue una de las regiones de América descripta con más frecuencia en los relatos de los viajeros europeos de los siglos XVIII y XIX. Las infinitas praderas naturales pobladas por tropillas de caballos y ganado cimarrón; una cultura del cuero donde sus habitantes hacían gala de un gran sentido de la hospitalidad; un clima saludable que alentaba a los marineros que recalaban en estas costas a la deserción. Condiciones todas que convertían a este territorio en un lugar exótico. Una región entre cuyos encantos, se destacaba lo fantástico de la vida cotidiana.

En 1763 Dom Pernetty describía a Montevideo como una ciudad de casas bajas habitadas por gentes que “no pueden dar un paso sin andar a caballo” y cuyo ¨hábito de tomar mate en cualquier momento del día es una costumbre general que llama la atención de los viajeros¨. Señalaba además con enojo, que estos criollos y colonos eran ¨dueños de una despreocupación y pereza inconcebibles¨1.

Adolphe D´Hastrel, Barthelemy Lauvergne, Jean Baptiste Debret,  Durand Brager, Henri S. Benoit Darondeau y otros acuarelistas del siglo XIX, pusieron el foco precisamente en el paisaje, las costumbres, la cotidianeidad. Impresiones de un mundo lejano, atravesadas por juicios de valoración inexorablemente eurocentristas.

Las obras de estos acuarelistas franceses  y otros “dibujantes viajeros”, conforman buena parte del acervo en papel del Museo Histórico Cabildo -soporte mayoritario en la colección - compuesto por 2060 piezas, entre las que se destacan originales del  siglo XIX, acuarelas, temperas, dibujos y litografías.

Es “discutible considerar la abundante producción gráfica de los visitantes extranjeros –breves informaciones ilustradas del nuevo mundo- como el origen de una actividad artística local, ya que esos trabajos se imprimían y divulgaban en el exterior. Los dibujos ejecutados por algunos franceses e ingleses de paso por estas costas, eran llevados luego a las planchas metálicas o a la litografía por talleres especializados instalados en las metrópolis europeas. En consecuencia, satisfacían necesidades de mercado propias de esos países” 2 . Sin embargo, dichas imágenes son las primeras representaciones de este territorio, su flora, fauna, habitantes y costumbres; temáticas recurrentes -aunque con intenciones divergentes- en constructores de una iconografía “nacional” como Besnes e Irigoyen o Blanes, a lo largo del siglo XIX.

La litografía, técnica de impresión característica del siglo XIX, alcanzó un reconocimiento quizá mayor  al de otras técnicas empleadas históricamente para la generación de imágenes, pues resultaba económica y al mismo tiempo atractiva para la sensibilidad romántica. “En Europa, las láminas de D´Hastrel y de Demersay eran un testimonio más de un mundo lejano y exótico, aunque de peso para la geopolítica y la economía de las naciones industrializadas¨.3

Si bien los viajeros propusieron a Europa una imagen estereotipada de la región y sus habitantes, el estudio de  sus registros se vuelve imprescindible a la hora de estudiar ese período de nuestra historia. Así como los pintores holandeses del siglo XVII se volcaron a un mundo de seres anónimos, que cocinan, comen, beben, y en general parece gustarles lo que hacen - y a los pintores las personas a las que pintan y el mundo material que las rodea 4 _ los acuarelistas que llegaron a nuestras costas, plasmaron en sus obras, una miscelánea de personajes que conviven despreocupadamente, en una Montevideo donde  el tiempo parece transcurrir de forma calma y lenta, en las azoteas o las afueras de la ciudad.  Desviaron  “su mirada de las crueldades cotidianas y prefirieron registrar la laboriosidad, el costado pacifico, la amable convivencia ciudadana en fiestas patricias y reuniones domésticas”.5

La obra de  los acuarelistas franceses del siglo XIX,  nos plantea asimismo interrogantes en torno a la representación del otro, a los sistemas de interpretación y juicios de valoración en relación a lo distinto, también en la contemporaneidad.  La colección del museo,  oficia una vez más a través de esta propuesta, no como un compartimento estanco;  sino como disparador de múltiples lecturas que invitan a la reflexión.

Lic. Rosana Carrete
Directora
Museo Histórico Cabildo

Hace un año y medio, en una tarde soleada de febrero, Rosana Carrete, directora del Museo Histórico Cabildo me abrió las puertas de algunas de las reservas de su hermosa institución. Allí me mostró estampas y dibujos, obra de artistas franceses que retrataron en los siglos XVIII y XIX a las orillas de un río de la Plata que se volvería lo que es hoy la República Oriental del Uruguay.
En la definición del término explorar, el famoso diccionario francés Littré agrega a modo de ejemplo estas líneas de Lamartine: Y cuando sobre ese mar, cansado ya de buscar su rumbo, Del firmamento espléndido explora el camino, Astros desconocidos se elevan ante sus ojos (Lamartine, Harm. IV, 13.)
¿Cómo puede ser entonces la mirada del explorador al nacer desde la sensibilidad de su época, de su manera de ver el mundo, sino artística?
Explorar es salir de su mundo, es acostumbrar su mirada a lo extraño. Pero a la hora de transmitir lo nuevo, todos usamos nuestro propio idioma.
Tal fue el caso de los acuarelistas franceses que pintaron escenas del río de la Plata en los siglos XVIII y XIX.
Su preocupación fue retratar un mundo lejano, con rigor y precisión, anticipando algunos de ellos al costumbrismo español.
Tres temas reúnen la mayor parte de las obras que presenta hoy el Museo Histórico Cabildo: los paisajes, sobre todo los de una joven Montevideo, los retratos de personajes típicos de la región y lo relativo a lo exótico, a lo aborigen.
A través de los ojos de Adolphe D’Hastrel, de Barthelémy Lauvergne, de Jean-Baptiste Debret, de Durand Brager y de Henri Benoît Darondeau,  no es solamente un pasado que vemos, sino una relación en el sentido epistolar del término, es decir básicamente un relato.
Un relato dirigido a un público distante, entonces geográficamente y que se encuentra hoy distante en el tiempo.
Sorprende entonces ver cómo ese público se encuentra hoy unido por un imaginario común, forjado gracias al vínculo cultural estrecho que desde entonces supieron mantener Francia y Uruguay. Vínculo que con esta exposición celebramos nuevamente, acompañando al Museo Histórico Cabildo en esta iniciativa de exponer todos estos testimonios valiosísimos.
¿Quizás, en una próxima exposición, podamos ver el otro lado del espejo, y saber cómo artistas rioplatenses veían a Francia en aquel entonces? ¿Y quizás entonces invitemos también a Oscar Larroca a explorar otro imaginario con técnicas actuales?
Al fin y al cabo, todos proyectamos desde lo imaginario cómo lo hacemos sobre nuestras retinas.
Quiero destacar el particular cuidado en la custodia de estas obras y de su puesta en valor, y agradecer por ello a Rosana Carrete y a su equipo. Su profesionalismo y dedicación refuerzan nuestros lazos y nos alientan a desarrollarlos en el futuro, acercándonos y descubriéndonos mutuamente a través del arte, cómo lo propone esta hermosa exposición.

Hugues Moret
Embajador de Francia en Uruguay

Comentarios acerca de la iconografía montevideana del siglo XIX

Montevideo tiene una saludable historia en registros iconográficos que dan testimonio del paisaje, la vestimenta de sus primeros habitantes y los sucesivos cambios en la arquitectura urbana. Por ese entonces, la fotografía estaba reducida a un limitado círculo de profesionales. La documentación gráfica al servicio de sus exploradores, por tanto, estaba en manos de un puñado de dibujantes.

El acuarelista y litógrafo francés Adolphe D´Hastrel (1805 - 1874) fue uno de los cronistas que recorrió el mundo a mediados del siglo XIX y aprovechó sus misiones militares para pintar estampas de la vida cotidiana y pobladores típicos de cada región visitada.

Esos cronistas no siempre manejaban un conocimiento exhaustivo de las complejidades de la representación de las formas. Si bien eran hábiles dibujantes, el resultado dejaba en evidencia los vicios de un estilo ingenuo que podía llegar a “modificar la realidad observable”: hay tantas maneras de representar la realidad como artistas hubo y hay en el mundo. Es que nadie puede aprehender la realidad más allá de algún acercamiento a su apariencia; ¿y cuántas apariencias puede haber en una misma forma visible?

¿Es posible que lleguemos a creer que los gauchos retratados por Juan Manuel Blanes usaran camisas absolutamente blancas, sin la menor mancha delatora? Podríamos interrogarnos de igual modo, ante la pulcritud y el evidente acartonamiento que exhiben las vestimentas de los personajes pintados por Adolphe D´Hastrel, lo cual no invalida el valioso testimonio de una iconografía que nos es indiscutidamente propia.

¿Qué sucedería si aquellos hombre y mujeres fueran retratados por un artista contemporáneo, por el afilado ojo de un pintor hiperrealista, por un caricaturista o por un dibujante de manga?. ¿Y por Picasso?

Oscar Larroca

1. Duviols, Jean Paul,  L’ Amerique espagnole vue er révée. Les libres de voyages de Christophe Colomb a Bouganville. París,  Editions Promodis, 1985. 2. Peluffo Linari, Gabriel,  Historia de la pintura en Uruguay. Volumen 1. El imaginario nacional/regional 1830-1930. Montevideo, EBO 2015. 3. Beretta García, Ernesto, Imágenes para todos. La producción litográfica, la difusión de la estampa y sus vertientes temáticas en Montevideo  durante el siglo XIC. Primera etapa, de la constitución del Estado Oriental  al fin de la Guerra Grande (1829-1851). CSIC Universidad de la  República, 2014. 4. Todorov, Tzvetan, Elogio de lo cotidiano. Ensayo sobre la pintura holandesa del SXVII. Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2013. 5. Di Maggio, Nelson, Juan Manuel Besnes e Irigoyen, primer pintor uruguayo, 2017.

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