Montevideo ciudad de superhéroes. Una exposición de Victor Hugo Andrade

Setiembre - Noviembre 2025

Ciudad mutante
Víctor traza una Ciudad Vieja que vibra como piel mutable,  calles de adoquines y cemento,  angostos pasajes que se retuercen en pinceladas rocambolescas, como si el paisaje urbano fuera un cuerpo fragmentado y reimaginado. En su obra, Montevideo no reposa: se deforma, se dispersa, se reconstruye bajo el pulso nervioso de una brocha que late con ritmo propio. Es el barrio despojado, desnudo, que nace de la grieta de lo cotidiano. Andrade convierte lo marginal en materia sublime; su ciudad no está contenida en planos, sino que respira, compone y descompone murales de historia e invención insólita. Montevideo no es vista, es vivida y bailada con su hormigón convertido en poema y cada pieza, en palpitaciones. Su ciudad es coreográfica, ritmada, fabulada.

Tinta desatada
En los cuadros de Andrade, la identidad afrodescendiente emerge con fuerza poética y danza visceral, no como retrato, sino como incisión simbólica: el negro fulgurante conseguido con tinta de pila es resistencia, visibilización, electricidad colectiva que desmantela silencios históricos de la iconografía nacional.  Visualiza la cultura afro en trazos urgentes, fulgurantes, decididos: hace plena una presencia. Sus imágenes son vestigios de una memoria que se niega al silencio, pigmentos de resistencia y actualizaciones; cada rostro, cada gesto, invoca legados, elevándolos en orden simbólico, liberándolos del ostracismo.

Superhéroes sin capa
Mangerman no vuela, Mangerman pinta y ayuda, es el héroe que necesita el barrio: un alter ego que brota del lienzo y de la intemperie; épico y cotidiano, sin capa, pero con vuelo, un superhombre que carga con sus superpoderes y reparte energía en cada pincelada. No es ficción de cómic, sino variaciones del “yo”  tejido con trozos de historia personal y de ficción popular —un superhéroe gritante y tierno— que emerge de las neblinosas noches portuarias. Mangerman es esa chispa que encarna el arte como rescate colectivo, como redención pintada en madera y cartón. Su obra está poblada por figuras icónicas de la cultura pop de los años 90 —como Las Tortugas Ninja, personajes de ciencia ficción, heroínas, androides— reinterpretadas con rasgos propios.

Pigmento beat
Hay música en su pintura: rostros de rockstars, figuras religiosas, presencias sonoras pintadas (Freddie Mercury, la Virgen María , Jaime Ross) que laten en cada color. Es la música  y el ritual que danzan en su pincel: un  sincretismo visual, una cadencia que lleva el ritmo a cada superficie —antenas, chapas, madera, mobiliario— y la transforma en eco vivo. Los tamborileros descienden por una cuadra lunar a través de una paleta exaltada. No dibuja música, sino que construye la brisa sonora en pigmento: en cada trazo late un beat, en cada color, una cadencia. La música ya no se escucha; se ve, se siente, se proyecta en muros que vibran en clave urbana y ancestral, poseen la potencia icónica necesaria  para construir identidades plásticas y emocionales que desafían la invisibilización histórica de la comunidad afrodescendiente en Uruguay. El artista resignifica motivos religiosos clásicos como la Virgen con Niño, estas imágenes no están reproducidas literalmente sino revisitadas a través de su estética pop-urbana, amalgamadas con elementos de la ciudad, personajes y narrativas visuales de novela gráfica. La tradición religiosa se funde con la cultura popular y la experiencia urbana, funcionando más como un símbolo identitario que como una devoción explícita.

Compost urbano
La arquitectura no es solo un ícono: es un cuerpo que Andrade atraviesa con mirada urgente. La reconstruye con gestos viscerales, ausentes de proporciones,  volviéndola forma líquida y mutante, como si no existiera la postura unívoca, sino un movimiento perpetuo que piensa la ciudad en expansión y pulsión. Una arquitectura de torsos y contorsiones en un fondo expresionista de colores estridentes y contornos difusos, Andrade no la retrata: la reimagina, la extrae del horizonte y la transforma en materia inestable, fluida incluso gaseosa. La arquitectura deja de ser símbolo para ser dermis gráfica, testigo de una ciudad que se habita practicando y escuchando con todo el cuerpo. Andrade no reproduce la ciudad sino que la deconstruye, distorsiona y transforma, alterando su coherencia y linealidad Sus pinceladas son desnudas, viscerales, libres de normas académicas o proporciones consensuadas. Son trazos que laten, que irrumpen en la tela con fuerza, velocidad y un pulso casi corporal —un verdadero “latido visual” que desplaza lo técnico hacia lo emocional e instintivo. Su pintura actúa como un “compost” poético, resignificando los desechos del entorno y transformándolos en paisaje vivo. Ese gesto redefine la ciudad, invitando a percibirla como una coreografía fluida donde el Palacio Salvo, por ejemplo, se mezcla con la Torre de Antel, el cielo se funde con el río, y un zeppelin cohabita con ballenas imaginarias. Transforma lo que la ciudad descarta en materia mitológica, en arte que crece entre las grietas físicas y simbólicas de Montevideo.

Victor Hugo Andrade
Víctor Hugo Andrade nace en Montevideo en 1978, es un destacado artista plástico autodidacta cuya práctica artística surge directamente desde la calle, transformando el entorno urbano de Montevideo en su estudio principal. Aunque no estudió formalmente en instituciones, ha desarrollado una voz singular e inmediata en el panorama artístico local.  Desde su juventud, Andrade vive y trabaja en la Ciudad Vieja de Montevideo. Su trayectoria ha sido autodirigida, construyendo su obra sin colectivos ni talleres.
Se destacan sus exposiciones “Moña” Galería Montevideo Soñado (2014) curada por Federico Arnaud y Gabriela Rossello; “Arte Urbano en Exhibición”, Casa de la Cultura Afrouruguaya (2016) curada por Federico Arnaud y Gustavo Tabarez; y la Retrospectiva “Sin capa pero con vuelo. Visiones erráticas por la obra de Víctor Hugo Andrade” Espacio de Arte Contemporáneo (2024 - 2025) curada por Lourdes Silva. La muestra incluyó 76 obras seleccionadas tras un cuidadoso relevamiento de cerca de 300 piezas dispersas.
Su obra se encuentra en colecciones públicas como el Museo Histórico Cabildo, Museo Figari, Arte Otro, y colecciones privadas nacionales e internacionales.

Producción: Julieta Rudich, Museo Histórico Cabildo, Colectivo Amigxs de Victor. Selección de obras: Valentina Cardellino, Lourdes Silva, Gabriela Rosselló. Textos: Lourdes Silva.
Agradecimientos por el préstamo de obras : Eugenio Bavastro, Julieta Rudich, Giovanna Facchinelli, Gabriela Rossello, Martin Barea Mattos, Fundacion Gustavo Tabarez, Fernando Foglino, Eliana Lotti, Victoria Drandich, Equipo Museo Histórico Cabildo, Guillermo Rosselló, Ernestina Pereyra.

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