Rugendas y la Nueva Troya
Noviembre 2019 - Mayo 2020
Johann Moritz Rugendas (1802-1858) llegó a Montevideo, el 26 de marzo de 1845, en plena Guerra Grande y en el marco de su segundo viaje a América del Sur. El pintor alemán arribó a una ciudad bloqueada por mar y sitiada por tierra, pero culturalmente abierta al mundo. Frecuentó sus salones y tertulias, confraternizó con dirigentes del gobierno de la Defensa, diplomáticos europeos, exiliados porteños, intelectuales, escritores y artistas. Empatizó con la causa que Alejandro Dumas llamó la Nueva Troya y que identificaba en la acorralada Montevideo “la esperanza de la civilización” frente a la “barbarie” representada por Juan Manuel de Rosas y su aliado oriental Manuel Oribe.
Como el escritor francés, Rugendas aportó al relato del conflicto, enalteciendo a los “heroicos” defensores de Montevideo. Retrató a Melchor Pacheco y Obes, a Fructuoso Rivera y a Giuseppe Garibaldi. Su óleo Retorno de Garibaldi después del combate de San Antonio, que representa al líder de la legión italiana acompañado por su esposa Anita Garibaldi y sus legionarios tras alcanzar su principal triunfo militar en América, es un claro ejemplo del papel de la pintura de historia como instrumento de propaganda liberal en el siglo XIX.
Curaduría: Rosana Carrete – Carolina Porley. Artistas invitadas: Maria Fieseler-Roschat, Christiane Oppermann, Yasemin Yilmaz.
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La estadía de Rugendas en Montevideo duró apenas cuatro semanas. Desde aquí viajó a Buenos Aires y a distintas zonas de la pampa, y hacia el 10 de julio de 1845 partió a Rio, su última parada antes de regresar a Europa.
Si su primer viaje al continente (1821-1825) había posicionado al artista como un talentoso fisonomista de la naturaleza, ganándose la admiración de Alexander von Humboldt; en su segundo viaje, Rugendas priorizó al hombre, dedicándose a retratar los tipos sociales característicos, sus hábitos y costumbres.
Su producción en el Plata incluyó cientos de dibujos y acuarelas y varios óleos. El acervo del Museo Histórico Cabildo conserva una veintena de apuntes a lápiz en los que el artista procuró captar a los soldados, legionarios y gauchos que entonces circulaban en Montevideo y alrededores. Fechados y situados, esos dibujos están acompañados de anotaciones sobre los atuendos que vestían, con detalles de color y diseño de los ponchos, sombreros, chiripás, armas y demás accesorios.
Más de 3.000 dibujos y pinturas fue el resultado de aquellos 15 años de Rugendas en América. A diferencia de lo ocurrido tras su primer viaje, cuando publicó su exitoso Viaje pintoresco al Brasil, esta vez no encontró apoyo editorial para difundir su obra. Quizás presagiando ese desenlace, a fines de 1846, escribió: “Dirán que perdí mi tiempo, pero me divertí. Nosotros, los artistas, no somos tan inútiles como la gente piensa. Mire usted, la pesada carreta de Chile ya está comenzando a rarear y es sustituida por los aligerados vehículos de Europa. El chiripá de los hijos del Plata no aparece ya más que en el fondo de las misiones. ¿Quién conservaría para la historia ese mundo si no fuese el artista?